EducaciónDefiniciónEn nuestra legislación no existe una definición específica para el término de educación. No obstante, tanto la Ley General de Educación como la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos señalan que la educación es un proceso que cumple ciertas funciones. Por ejemplo, la Ley General de Educación, en su artículo segundo, establece que la educación es un proceso permanente que contribuye al desarrollo del individuo y a la transformación de la sociedad, y es factor determinante en la adquisición de conocimientos para formar al hombre de manera que tenga sentido de solidaridad social.
De la misma forma, la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos en su artículo tercero, establece, como parte de las garantías individuales, el derecho que tiene toda persona a la educación, así como el respeto a sus libertades de enseñanza, aprendizaje, investigación y cátedra. Por esta razón, el Estado mexicano está obligado a prestar servicios educativos para que toda la población pueda tener acceso a una formación básica (preescolar, primaria y secundaria), misma que tendrá un carácter laico y gratuito. Como se verá más adelante, con las definiciones expertas, esta idea de educación como proceso plasmada en la legislación recibió influencia de las doctrinas educativas que enarbolaron diversos filósofos e ideólogos de la educación a nivel mundial.
Respecto de las atribuciones del Congreso de la Unión en materia educativa, el artículo 73 fracción XXV de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos faculta al Congreso de la Unión para establecer y organizar diversas instituciones educativas (escuelas rurales, elementales, secundarias, y profesionales), y dictar leyes encaminadas a distribuir entre la federación, los estados y los municipios el ejercicio de la función educativa y las aportaciones económicas correspondientes a ese servicio público.
Por otra parte, la revisión etimológica ubica el término educación, fonética y morfológicamente, como una raíz de educare (conducir, guiar u orientar); pero semánticamente también refiere la raíz de educere (hacer salir, dar a luz). Esta situación ha permitido la coexistencia de dos esquemas conceptuales básicos: a) un modelo directivo ajustado a la versión de educare; y b) un modelo de desarrollo, referido a la versión de educere.[1]
Cabe señalar que el término de educación ha sido interpretado de diversas maneras en el transcurso del tiempo. De hecho, cada autor le ha asignado un significado dependiendo de la época y las necesidades de instrucción que tuvieron que enfrentar. No hay una gran diferencia entre la formación de cada uno de estos autores, todos ellos fueron reconocidos científicos del campo de las ciencias sociales. El contraste entre sus nociones de educación radica exclusivamente en su postura ideológica. A continuación se presentan algunas de las concepciones elaboradas por estos distinguidos pedagogos y filósofos de la educación.
Para Emmanuel Kant por ejemplo, el ser humano obtiene esta categoría exclusivamente por la educación. El ser humano necesita educarse, debe recibir instrucción y disciplinarse para enfrentar las presiones del ambiente; los animales no lo requieren ya que se defienden por instinto. De esta manera, encontramos que la instrucción es la idea central del esquema general del proceso educativo para Kant.[2]
En otro sentido, Juan Jacobo Rousseau planteaba que el ser humano posee la capacidad de aprender a través de la experiencia y que la educación es el instrumento mediante el cual puede desarrollar todas las facultades que posee. Por esta razón, Rousseau concebía a la educación como un proceso continuo que empieza desde el nacimiento y sigue el desarrollo natural de las facultades latentes del ser humano: la sensación, memoria y comprensión, por lo que proponía una educación que tomara como punto de partida la naturaleza humana. El ser humano debe descubrir por sí mismo las presiones del ambiente; en este proceso, el rol del educador sería exclusivamente propiciar ambientes naturales en los que pueda darse este aprendizaje y no tratar de inducir conocimiento alguno a través de la instrucción.[3]
Para la corriente positivista, encabezada por Augusto Comte y Emilio Durkheim, la educación es “la acción ejercida por los adultos que tiene por objeto suscitar y desarrollar en el niño un cierto número de estados físicos, intelectuales y morales, que le exige el medio al que está particularmente destinado”.[4] En esta definición se manifiesta un proceso de elaboración de una propuesta ideológica que considera que el fin de la educación es formar al ser humano para su vida futura con valores tales como el orden y el progreso. Esta concepción contempla también la necesidad e interés de los grupos humanos por su conservación y preservación.
John Dewey es otro filósofo que estuvo profundamente interesado en la teoría educativa. Sus principios filosóficos proponían que la educación no debía ser exclusivamente una preparación para la vida futura, sino que debía proporcionar elementos para la realización cotidiana del individuo. Su trabajo y sus escritos influyeron significativamente en los profundos cambios experimentados en la pedagogía mundial en los inicios del siglo XX, manifestados en el cambio del énfasis de lo institucional y burocratizado a la realidad personal del alumno, esforzándose en demostrar cómo este planteamiento práctico puede actuar en los asuntos de la vida diaria.[5]
La educación (del latín educere "guiar, conducir" o educare "formar, instruir") puede definirse como:
• El proceso bidireccional mediante el cual se transmiten conocimientos, valores, costumbres y formas de actuar. La educación no sólo se produce a través de la palabra: está presente en todas nuestras acciones, sentimientos y actitudes.
• El proceso de vinculación y concienciación cultural, moral y conductual. Así, a través de la educación, las nuevas generaciones asimilan y aprenden los conocimientos, normas de conducta, modos de ser y formas de ver el mundo de generaciones anteriores, creando además otros nuevos.
• Proceso de socialización formal de los individuos de una sociedad.
• La Educación se comparte entre las personas por medio de nuestras ideas, cultura, conocimientos, etc. respetando siempre a los demás. Esta no siempre se da en el aula. Existen tres tipos de Educación: la formal, no formal e informal.
Una de las definiciones más interesantes nos la propone uno de los más grandes pensadores, Aristóteles: "La educación consiste en dirigir los sentimientos de placer y dolor hacia el orden ético."
También se llama educación al resultado de este proceso, que se materializa en la serie de habilidades, conocimientos, actitudes y valores adquiridos, produciendo cambios de carácter social, intelectual, emocional, etc. en la persona que, dependiendo del grado de concienciación, será para toda su vida o por un periodo determinado, pasando a formar parte del recuerdo en el último de los casos.
La educación obligatoria en el mundo. Los colores oscuros representan más años escolares y los claros, menos años. Si desea ver el mapa en un tamaño cómodo pulse en la imagen.
El objetivo de la educación inicial es:
• Incentivar el proceso de estructuración del pensamiento, de la imaginación creadora, las formas de expresión personal y de comunicación verbal y gráfica.
• Favorecer el proceso de maduración de los niños en lo sensorio-motor, la manifestación lúdica y estética, la iniciación deportiva y artística, el crecimiento socio afectivo, y los valores éticos.
• Estimular hábitos de integración social, de convivencia grupal, de solidaridad y cooperación y de conservación del medio ambiente.
• Desarrollar la creatividad del individuo.
• Fortalecer la vinculación entre la institución educativa y la familia.
• Prevenir y atender las desigualdades físicas, psíquicas y sociales originadas en diferencias de orden biológico, nutricional, familiar y ambiental mediante programas especiales y acciones articuladas con otras instituciones comunitarias.
Tabla de contenidos
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• 1 Concepto de educación
• 2 Educación a lo largo de la vida
• 3 Definición alternativa de evaluación
• 4 Evaluación
• 5 Referencias: artículos universitarios y ensayos sobre educación
• 6 Enlaces externos
Concepto de educación
Es la presentación sistemática de hechos, ideas, habilidades y técnicas a los estudiantes. la educación es gratuita para todos los estudiantes. Sin embargo, debido a la escasez de escuelas públicas, también existen muchas escuelas privadas y parroquiales. Debe ayudar y orientar al educando para conservar y utilizar nuestros valores, fortaleciendo la identidad nacional.
Se refiere a la influencia ordenada y voluntario ejercida sobre una persona para formarle o desarrollarle; de ahí que la acción ejercida por una generación adulta sobre una joven para transmitir y conservar su existencia colectiva. Es un ingrediente fundamental en la vida del hombre y la sociedad y apareció en la faz de la tierra desde que apareció la vida humana. Es la que da vida a la cultura, la que permite que el espíritu del hombre la asimile y la haga florecer, abriéndole múltiples caminos para su perfeccionamiento.
Educación a lo largo de la vida
Existen diversos conceptos que intentan analizar el fenómeno educativo, en relación al discurrir temporal en las personas. Así, conceptos como educación permanente, educación continua o educación de adultos tienen aspectos comunes pero también matices importantes que los diferencian y los enriquecen.
Definición alternativa de evaluación
La evaluación es el resultado del proceso de enseñanza/aprendizaje que contribuye a su mejora. Desde este punto de vista, la evaluación nunca termina, ya que debemos de estar evaluando cada actividad que se realiza.
Se puede mencionar también que la evaluación es un proceso que busca indagar el aprendizaje significativo que se adquiere ante la exposición de un conjunto de objetivos previamente planeados, para los cuales institucionalmente es importante observar que los conocimientos demuestren que el proceso de enseñanza y aprendizaje tuvo lugar en el individuo que ha sido expuesto a esos objetivos. En este sentido estoy hablando de la evaluación académica, en donde lo que importa es verificar y/u observar a través de diversos instrumentos cualitativos o cuantitativos, que el alumno ha adquirido nuevas habilidades, destrezas, capacidades, métodos y técnicas, así como también la "calidad educativa" de su instrucción, que le permitan tener un buen desempeño para el bien de su comunidad, beneficio personal y desempeño laboral.
Existen diferentes tipos de clasificación que se pueden aplicar a la evaluación, pero atendiendo a los diferentes momentos en que se presentan podemos mencionar:
Evaluación inicial que tiene como objetivo indagar en un alumno el tipo de formación que posee para ingresar a un nivel educativo superior al cual se encuentra.
Evaluación formativa es la que tiene como propósito verificar que el proceso de enseñanza-aprendizaje tuvo lugar, antes de que se presente la evaluación sumativa. Tiene un aspecto connotativo de proalimentación activa.
Evaluación sumativa es la que se aplica al concluir un cierto periodo de tiempo o al terminar algún tipo de unidad temática. Tiene la característica de ser medible, dado que se le asigna a cada alumno que ostenta este tipo de evaluación un número en una determinada escala. Mismo, el cual supuestamente refleja el aprendizaje que se ha adquirido, sin embargo, este número asignado no deja de ser subjetivo, ya que no se demuestra si en realidad el conocimiento aprendido puede vincularse con el ámbito social.
Evaluación
La evaluación es un proceso que procura determinar, de manera más sistemática y objetiva posible, la pertinencia, eficacia, eficiencia e impacto de actividades a la luz de los objetivos específicos . Constituye una herramienta administrativa de aprendizaje y un proceso organizativo orientado a la acción para mejorar tanto las actividades en marcha, como la planificación, programación y toma de decisiones futuras.
Lo que no es la evaluación es categorizar. La categorización del conocimiento impide reconocer de maneras efectiva el avance en el proceso de enseñanza-aprendizaje, es como enmarcar por episodios, la capacidad intelectual del aprendiz. Tampoco es generalizar. Así como todo conocimiento es diferente, todo proceso que conlleva a él es diferente de persona a persona, es decir, todos aprendemos de manera diferente, no podemos generalizar, aunque sí establecer criterios. Tampoco es calificar: asignar a un número no significa conocimiento, entonces, evaluar no es calificar.
La Evaluación nos ayuda a medir los conocimientos adquiridos, así mismo nos proporciona información de los avances de los mismos con la finalidad de conocer si se están cumpliendo o no los objetivos propuestos. Aportación a la Evaluación Educativa
La evaluación educativa es un proceso sistemático y dirigido, en el cual intervienen una serie de elementos que pudieran ser: el ensayo, una representación teatral, un proyector integrador, una prueba de ensayo, etc. estos nos permiten determinar si un sujeto ha alcanzado todos los objetivos planteados, propiciando con ello un cambio en su actitud de una manera significativa.
Hoy por hoy, la enseñanza está al servicio de la educación, y por consiguiente, deja de ser un objetivo central de los programas educativos la simple transmisión de información y conocimientos. Existiendo una necesidad, en donde la capacitación del alumnado está centrada en el autoaprendizaje, como proceso de desarrollo personal. Cada alumno es un ser único, lo que muestra un elemento clave dentro del proceso de la evaluación: no evaluar nada más por evaluar, sino para mejorar el aprendizaje, la organización de las tareas entre otros aspectos metodológicos. Bajo la perspectiva educativa, la evaluación debe adquirir una nueva dimensión, y de esa manera darle un sentido de pertinencia a la enseñanza-aprendizaje.
La Evaluación puede conceptualizarse como un proceso dinámico, continuo y sistemático, enfocado hacia los cambios de las conductas y rendimientos, mediante el cual verificamos los logros adquiridos en función de los objetivos propuestos. Siendo éste para el docente el perfeccionamiento de su razón de ser.
La importancia de la educación
Vivimos en un mundo en el cual debemos esforzarnos cada día por lograr una sociedad mejor, la misma que se vea expresada en una convivencia sana, un respeto mutuo y en la cual la práctica de los valores no sea una casualidad. Para este objetivo coincido con todos aquellos que consideran indispensable una formación de la persona basada en su desarrollo humano, fundamentado en el principio de que el hombre es un ser capaz de ser mejor, para bienestar suyo y el de los demás.
En tal sentido nos menciona Fernando Savater que nacemos humanos aunque en realidad no lo somos sino hasta después, esto debido a que no basta con nacer humanos sino que fundamentalmente tenemos que llegar a serlo, finalidad para la cual el aprendizaje se nos presenta como el medio por el cual los hombres podemos llegar a mejorarnos los unos a los otros, toda vez que existen cosas que podemos aprender y que merecen serlo a través de la educación, radicando justamente en este aspecto su vital importancia.
Es de este modo como también Velásquez Córdoba citando a Guédez nos señala que es necesario ver la educación como una motivación a ser más, en lugar de una motivación a tener más; implicando además el hecho de "ser más" un compromiso para ayudar también a los otros a "ser más". Y es que ser humano consiste también en la vocación de compartir lo que ya sabemos y de esa forma hacernos socialmente válidos, pues nuestra existencia como seres humanos se realiza y tiene sentido a partir de la relación con nuestros semejantes; siendo tal la razón por la cual la educación no sólo debe ser vista como una formación en conocimientos, sino como una formación para la vida en relación con los demás.
Al respecto, es preciso mencionar los cuatro aprendizajes fundamentales de la educación que nos presenta el informe del autor Jacques Delors: aprender a conocer, adquiriendo los mecanismos que nos ayuden a la comprensión de las cosas; aprender a hacer, para con ello poder contribuir a mejorar nuestro propio entorno; aprender a vivir juntos, para de esa forma estar en condiciones de participar y cooperar con nuestros semejantes; finalmente aprender a ser, para poder desarrollarnos como personas y seres humanos conjuntamente con los demás, estando este aprendizaje al mismo tiempo en estrecha relación con los tres anteriores.
En realidad los objetivos de la educación pueden llegar a ser muy diversos dependiendo del enfoque que se les otorgue; sin embargo podemos coincidir en la idea fundamental de formar a los hombres para la vida en sociedad y dentro de ese concepto también están autores como, además de los anteriormente citados, Lorenzo Luzuriaga y John Dewey quienes proponen ideas en este sentido.
Finalmente, no podemos dejar de reconocer el papel del maestro en la educación, dado que si bien es cierto que su rol viene cambiando en atención a las nuevas demandas de la sociedad del conocimiento, hay una característica que seguirá siendo vigente a pesar de todo, me refiero a su rol inspirador, aquel que tal vez usted estimado lector, haya tenido la suerte de experimentar, lo mismo que quien escribe; experiencias en las cuales nuestro Maestro nos dió enseñanzas para la vida, que nos serán de utilidad por siempre, para emplearlas en lo que vendrá o para compartirlas, aquello que constituye una inspiración para intentar ser mejores, para estar preparados, para ir desarrollando nuestras virtudes e ir corrigiendo nuestros errores, de forma tal que podamos ayudarnos y ayudar a los demás, porque tal y como lo dice Juan Franco Gruarin, neurocirujano de profesión, en tributo a Francisco Rubén Perino: "un Maestro puede tener muchos alumnos. Un alumno, no siempre tiene muchos Maestros..."
La distinción entre educación pública y privada
María Guadalupe García Alcaraz*
* Investigadora del Instituto Superior de Investigación y Docencia para el Magisterio (ISIDM) de la Secretaría de Educación de Jalisco (SEJ) y del Departamento de Estudios en Educación (DEE) de la Universidad de Guadalajara (UDG).
Este trabajo forma parte de mi interés por entender el origen, desarrollo y problemática de la educación privada. En el presente documento me centro en dos puntos de reflexión: a). La escuela pública y la escuela privada como un binomio cuya construcción histórica se edificó de forma paralela e indisoluble; b). Los rasgos que distinguen a uno y otro sector en el siglo XX.
La educación pública se representa actualmente como laica, gratuita y obligatoria y la educación privada se caracteriza por sostenerse con fondos no gubernamentales y por añadir materias, contenidos o un "valor agregado" a la enseñanza. Sobre estas bases expongo a continuación aspectos muy generales en torno a cómo se construyeron históricamente estas distinciones.
El nivel educativo que hoy conocemos como primaria tuvo como antecedentes las escuelas de primeras letras, la escuela elemental y el trabajo desarrollado por los "maestros de primeras letras" y por los preceptores particulares.
La escuela debe ser entendida aquí, como una institución especializada, paulatinamente normalizada y que cumple con la función de instruir, formar e introyectar conocimientos y normas comunes, además de valores y tradiciones propias de un grupo social. Esta doble función de la educación –la de ser una y múltiple, en palabras de Durkheim– constituye la dimensión en la que se insertan las tensiones entre el poder público y el poder privado, y entre lo que se considera el bien común y los intereses particulares desde la perspectiva del Estado.
La concreción de la escuela primaria significó un largo devenir del siglo XV al XIX. Durante este período se generaron las condiciones que más tarde le dieron vida. Algunas de estas condiciones llegaron a América, procedentes de Europa, a través de los colonizadores. De entre ellas podemos destacar las siguientes:
a). Durante el siglo XV hay huellas de que en países como España y Francia ya se enseñaba a leer y escribir en lengua vernácula. El desplazamiento es significativo en tanto se dejó el aprendizaje del latín para los estudios avanzados y se empezó a enseñar la lectura y la escritura en la lengua materna. En las colonias españolas, específicamente en la Nueva España, lo anterior se reflejó en las acciones emprendidas por algunos misioneros para enseñar el catecismo en lengua nativa.
b). En Europa desde el siglo XVI existían preceptores de escritura quienes recibían a los alumnos en su casa o bien, acudían al domicilio de éstos. En esencia eran "particulares" –aunque en ocasiones organizados en gremios– que tenían cierta autonomía con respecto a las autoridades municipales y religiosas. En algunas regiones hubo preceptores itinerantes que recorrían pueblos y pequeñas comunidades ofreciendo sus servicios.
c). Los maestros de escritura fueron comunes entre los siglos XVII y XIX, incluso coexistieron con las escuelas elementales y de primeras letras organizadas por los ayuntamientos y por la iglesia. El éxito de estos maestros revela un cierto nivel de demanda por la alfabetización, la cual se presentaba principalmente en las ciudades. Este hecho puede interpretarse como "una secularización de la cultura y de la enseñanza", pues la instrucción ya no era únicamente del interés de la elite, ni de la sola competencia de la Iglesia, ni tenía como fin único internalizar los dogmas religiosos.
d). Lo que socialmente se estaba generando era una mayor atención hacia la alfabetización.1 Esto permitió a un sector de preceptores especializarse, hasta llegar a la figura del maestro de niños. Con la especialización de quien alfabetiza, se hizo necesario un local más amplio –o por lo menos fijo– donde laborar y el establecimiento de convenios con los padres de familia, con el cabildo municipal o con el párroco para el pago del servicio. Al especificarse la actividad surgieron normas y reglas para regularla. (Laspalas, 1993: 30-60).
La Iglesia también contribuyó a especificar la función escolar. Desde el siglo XVI tuvo la intención de unir la catequesis con la alfabetización, ambas como la instrucción a desarrollar en los niños y jóvenes. Para las órdenes docentes que resurgieron a raíz de la Reforma, quedó muy claro que el fundamento de la instrucción elemental sería la enseñanza religiosa. Con el Concilio de Trento, y como parte de la estrategia para el rescate y permanencia de los fieles dentro de la Iglesia Católica, se afianzó la idea a favor de una enseñanza religiosa letrada.
Este conjunto de necesidades, ideas, prácticas e intereses formaron parte de la influencia que la Nueva España recibió de Europa a lo largo del período colonial y constituyó la base que motivó los proyectos de instrucción elemental que se desarrollaron durante este período.2
Durante la época colonial la Iglesia desempeñó un papel protagónico en la instrucción elemental. A ella se deben las primeras escuelas en suelo americano, además de los colegios de infantes. Sin embargo, ante la complejidad, estratificación y diferenciación de la sociedad novohispana, los proyectos de la Iglesia fueron insuficientes. Para la mayor parte de la población lo más común era no ir a la escuela. Los deberes, los comportamientos y los saberes propios del estrato y del sexo al cual se pertenecía se aprendían informalmente, en la vida diaria, a través de procesos de socialización dentro del grupo familiar, comunal y étnico. Gonzalbo señala que la existencia de pocas instituciones formales no fue obstáculo para la difusión de ideas y para la hechura de un nuevo entramado social con distintas tonalidades regionales. (Gonzalbo, 1996).
Al arribar el siglo XVII se presentaron cambios cualitativos importantes. Algunos de los colegios y escuelas de primeras letras, sostenidas por la Iglesia o controladas por alguna de las congregaciones, empezaron a incluir a seglares como maestros; algo similar ocurrió en las parroquias. También hubo particulares que atendieron la incipiente demanda de instrucción en la Ciudad de México y en otras ciudades importantes de la Nueva España: preceptoras, preceptores y "amigas" instruían en la lectura y la escritura –siguiendo el Silabario del San Miguel–, enseñaban a contar y el Catecismo de Ripalda (Tanck, 1977).
Durante la Colonia fue común que autoridades civiles y eclesiásticas compartieran el control de las escuelas de primeras letras; sin embargo, con la secularización gestada desde España a través de las reformas borbónicas se emitieron disposiciones encaminadas a instaurar escuelas gratuitas, controladas y vigiladas sólo por los ayuntamientos. En los primeros años del siglo XIX, y bajo la influencia de las Cortes de Cádiz, los municipios ampliaron su participación en la instrucción elemental, con facultades para promover, fundar y vigilar escuelas y maestros. (Castañeda, 1984: 238-241).
Sobre estas bases, ¿podemos preguntar sobre las fronteras entre educación pública y privada en períodos anteriores al siglo XIX?, ¿qué referentes se hacen necesarios para especificar uno u otro ámbito? Por lo pronto podemos anotar que en el período colonial, la esfera de lo público no se definía a partir de un Estado que se ostentara como representante del "pueblo" y encargado del bien común. En todo caso, el referente del bien común estaba mediado por la religiosidad católica y se limitaba a alcanzar la salvación, preservar el orden y dar continuidad a una estructura social de profundas diferencias. En este sentido, el propósito de unir la instrucción religiosa con la instrucción elemental era coherente, pues con ello se garantizaba formar a los fieles y transmitir valores como la obediencia y el temor. Tanto la Iglesia como la Corona reconocieron en la escuela de primeras letras un medio eficaz para este fin, la escuela tuvo así una función social bastante clara. Ésta es una de las razones por las que la instrucción dejó de ser un privilegio de elite y, aunque de manera escasa e insuficiente, se presentó en la forma de escuelas "públicas" y "gratuitas". En estas escuelas tenían cabida niños y niñas de diferente estrato social. Otra razón por la que aparecieron escuelas de este tipo se relaciona con cómo la alfabetización se convirtió en una necesidad social, pues con ella era posible ubicarse en algún empleo, realizar operaciones de compra y venta o, tener acceso a los materiales de lectura que comenzaron a circular con la introducción y difusión de la imprenta. En este período se gestó en México la escuela elemental, como una institución diferenciada, medianamente especializada y con cierto grado de autonomía.
En el siglo XVIII es posible identificar rasgos de lo público y lo privado, los que adquirieron un mayor nivel de especificación en los siglos XIX y XX. Dentro de éstos se cuentan la presencia de los preceptores(as) y "amigas" como agentes seculares, encargados de la tarea de instruir, junto con el incremento en la demanda de alfabetización, en un movimiento que involucró primero a la élite y después a los grupos medios, siguiendo una trayectoria de la ciudad hacia el campo. Es de suponerse que frente al limitado número de escuelas gratuitas, gran parte de esta demanda fue atendida por los "particulares". Al respecto, José María Luis Mora consideraba que a pesar del poco desarrollo de la instrucción pública a principios del siglo XIX, "el pueblo mexicano continuaba recibiendo muy grandes (adelantos) en los pupilajes o pensiones de los particulares".3 Es importante reconocer también el enorme peso que la instrucción no "formal" tuvo en la sociedad colonial, pues dependiendo del estrato social de la familia, de la casta, del sexo, de sí las familias vivían en el campo o en la ciudad, era el tipo de instrucción al que niños y niñas accedían.
El proceso que aceleró la diferenciación entre lo público y lo privado en educación se inscribe dentro de una dinámica más amplia relacionada con las transformaciones estructurales que, al nivel político, social y económico, se produjeron entre las últimas décadas del siglo XVIII y durante el XIX. Primero con las reformas borbónicas y después con la Independencia se inició un largo camino orientado a separar las esferas de competencia entre Estado e Iglesia.
El Estado moderno se erigió sobre una nueva concepción: como un cuerpo político cuyo poder emanaba del "pueblo"; el pueblo era la suma de las voluntades individuales, lo anterior bajo el supuesto de que el individuo participaría, racionalmente, en la toma de decisiones. Sobre estas bases se pensaba que el Estado sería ahora el encargado del bienestar colectivo y el organismo regulador de las relaciones individuales. Para los liberales del siglo XIX el Estado imaginado, por el que se luchaba en la prensa y en los frentes de batalla, era un Estado secular, separado de la Iglesia, a quien intentó limitar por todos los medios. Con Juárez y Lerdo de Tejada, la legislación mexicana redujo a la Iglesia y a la religión al espacio de lo privado, de las decisiones individuales. La Iglesia fue así marginada –legislativamente– del campo educativo, político y asistencial. El cambio no resultó sencillo y encontró una oposición constante, pues el clero no estaba dispuesto a que su poder se viese minado.
Las confrontaciones bélicas que se sucedieron a lo largo del siglo XIX tuvieron como fin la construcción de la nación independiente, con una forma de gobierno específica y un proyecto económica y social. Los avatares que se articularon a este proyecto impidieron que se concretaran y ampliaran los espacios de educación elemental. Por lo menos hasta los años setenta del siglo, la lógica estuvo marcada por las escuelas parroquiales, municipales y de particulares. Es hasta los años ochenta que los gobiernos de los Estados contaron con las condiciones políticas y financieras necesarias para poner en práctica el ideario educativo liberal, abriendo y sosteniendo un número importante de escuelas. El gobierno federal solo creó escuelas en la capital del país y en los territorios. (Newland, 1991).
El papel central que la educación desempeñaba en la construcción nacional se hizo evidente para los liberales desde Mora hasta Juárez. El enemigo a vencer era la Iglesia, quien había mantenido "el monopolio de la educación" por más de tres siglos.4 Las imprecisiones del juicio de José María Luis Mora saltan a la vista, pues dentro del conjunto de escuelas que operaban, no todas estaban directamente sancionadas por la Iglesia.
Lo que trataban los liberales de hacer era modificar el basamento ideológico de la instrucción y sustituirlo por otro secularizado. Este cambio se gestó a partir de considerar el potencial de la escuela como formadora de conciencias y como un instrumento civilizatorio. A través de la instrucción elemental se lograría que los niños y los jóvenes se apropiaran de los valores liberales y se les inculcaría el gusto por el trabajo, se les normalizaría bajo los gestos, actitudes y valores sociales de un nuevo modelo, ampliamente divulgado en los catecismos políticos y en los manuales de urbanidad. Así, se pensaba, la religión dejaría de ser el núcleo integrador de la identidad nacional.
Sobre este entramado el Estado Nacional concibió la educación como cuestión de interés público y por tanto ámbito de su competencia. Consecuentemente, se buscó la forma de afinar el espacio escolar por medio de normas y reglamentos encaminados a uniformar y unificar la educación y se establecieron controles cada vez más estrictos sobre establecimientos y maestros. Los particulares, se vieron obligados a someterse a la vigilancia del Estado. Estas acciones fueron lentas y de eficacia mínima en el siglo XIX; su instauración implicó reconocer una realidad diversa y plural. Aún con el triunfo republicano, fueron los particulares y la Iglesia quienes participaron activamente en la ampliación del número de escuelas y fueron los gobiernos de los estados quienes avanzaron en la expansión de la escuela –llamada indistintamente– oficial o pública. A pesar de los muchos discursos y las insuficiencia de oportunidades de acceso a la instrucción, hacia los años ochenta de ese siglo, las leyes de educación de la mayoría de los estados del país ya incluían los tres principios básicos que le atribuimos a la escuela pública: laica, gratuita y obligatoria.
En ese tiempo, el laicismo era un precepto a tono con la libertad de creencias consagrada en la Constitución de 1857, era un laicismo "neutro". La gratuidad implicaba –legislativamente– que cualquier nivel de gobierno que sostuviese escuelas (federal, estatal o municipal) debería hacerse cargo del pago del maestro o maestra, la renta y reparaciones del local, compra de materiales y textos escolares. Con la obligatoriedad se hacía alusión a que los niños deberían de cursar por lo menos la escuela elemental (en la que solo se incluían aprendizajes básicos) y a que los padres o tutores deberían enviar a los niños a la escuela, de no hacerlo se hacían acreedores a multas y encarcelamiento. Esta idea de la obligatoriedad se desplazó, en el siglo XX, hacia el Estado, en tanto agente encargado de ofrecer el servicio educativo en función de las demandas sociales.
Para el siglo XX el período que va de 1910 a 1940 es especialmente rico en acontecimientos relacionados con la educación. Uno de los puntos en cuestión, y que llegó a grados de violencia, fue la participación de la Iglesia en las cuestiones políticas y en los problemas sociales y educativos. Lo anterior debido a que ésta había recuperado terreno gracia a la permisividad del clima político del porfiriato; también había logrado reorganizar a amplios sectores de católicos, mediante frentes "civiles," bajo las orientaciones de la Doctrina Social (Ceballos, 1991). La reglamentación y las acciones que pretendían someter a las escuelas particulares –la mayoría católicas– al control público se volvieron especialmente coercitivas en estos años. Primero fue el laicismo en educación que se hizo extensivo a las instituciones particulares a partir de 1917. Para 1921 con la creación de la Secretaría de Educación Pública se concretaron las bases institucionales para uniformar y lograr la unidad de un modelo pedagógico y administrativo al nivel nacional. En el marco de la Rebelión Cristera y durante el período de gobierno del presidente Lázaro Cárdenas, la educación volvió a ser espacio de tensiones y de conflicto entre los límites y las competencias del poder público, frente a los intereses de grupos religiosos o no, que defendían el principio de la libertad de educación y el derecho de los padres de instruir a sus hijos de acuerdo a sus convicciones. Para las escuelas particulares no católicas, el fantasma del socialismo y de los bolcheviques eran una poderosa razón para desconfiar de la política educativa cardenista. Para 1940, con el llamado a la "unidad nacional" y con la promesa de respeto a la iniciativa privada, las escuelas particulares surgieron e iniciaron un período de crecimiento muy importante: en 1934 había 2,872, para 1940 quedaban 1555, y en 1970 ya habían logrado duplicar su número para llegar a 3,280. (Torres, 1993: 330). Para estas escuelas, la reforma de ley que les permitió la enseñanza de la religión, no fue sino un reconocimiento a una realidad. Bajo el cobijo de espacios extracurriculares como "valores", "desarrollo humano", etc., la instrucción religiosa fue una práctica común en los planteles privados a partir de 1940, lo anterior a pesar del laicismo.
El sector de escuelas particulares que se estructuró a lo largo del siglo XX es diverso y complejo: una parte muy importante siguen siendo las escuelas de orientación católica, bien sean atendidas por profesores laicos o por congregaciones religiosas; pero junto con ellas están, por ejemplo, los colegio extranjeros (Torres, 1993 y 1997) y las escuelas que ostentan un modelo pedagógico innovador. (Chavoya, 1997). Una característica de las escuelas particulares en este siglo es que se ha expandido también ha partir de atender los niveles educativos que el gobierno ha sido incapaz de cubrir cabalmente: educación inicial (sobre todo guarderías infantiles), preescolar, primaria, secundaria y, actualmente educación media superior y superior. Es innegable que en todos los casos, las escuelas particulares orientan su oferta educativa a sectores sociales con los cuales se identifican cultural y socialmente. Los padres de familia que acuden a estas instituciones pagan por un servicio que esperan supere a las escuelas públicas y que le otorgue un "valor agregado" a la formación de sus hijos. Sin embargo, en este mercado educativo de ofertas y demandas diversas, el libre juego de fuerzas, aunado al relajamiento sobre la vigilancia de las escuelas particulares, procura las condiciones necesarias para el fraude; cuando éste se da es doblemente reprobable, pues además de no cumplir con el servicio por el que los padres de familia pagan, se trafica de manera mercantil con la formación de seres humanos.
La escuela pública es resultado de un conjunto de impulsos y demandas sociales que se han originado tanto en las élites políticas e intelectuales como en los movimientos sociales. Su carácter público, laico y gratuito es lo que ha permitido un consenso básico, en cuanto a un basamento cultural común, que permite mantener ciertos niveles de cohesión social; pero también la defensa de estos principios es la defensa de valores tan importantes como la tolerancia y el respeto a la diversidad, e implica la conservación de un lugar de acceso a la educación para amplios sectores de la población. La tensión actual sobre la escuela pública radica en que, con el adelgazamiento de las funciones del estado sustentado en lógicas de racionalidad técnica e instrumental, el financiamiento se ha venido recortando; cada vez más, se responsabiliza a los padres de familia y a los maestros del sostenimiento escolar y de la eficacia y eficiencia de los resultados educativos.
Notas
1. Laspalas utiliza los estudios de Dominique Julia, de Chartier y de Viñao Frago para explicar que este interés por la alfabetización fue producto de una demanda que tomó dos vías: a). En atención a la funcionalidad de la educación, se concatenaron fuerzas internas y externas al individuo. Las externas provinieron de la Iglesia y del Estado, quienes vieron en la educación un medio para moralizar, o tener un mayor control social; las fuerzas internas constituyeron el móvil que los individuos tuvieron para alfabetizarse. b). La segunda vía se refiere a como se entendió la instrucción: ¿demanda o inversión? (Laspalas, 1993, 46-47).
2. Véase, entre otras, las siguientes publicaciones: Castañeda, Carmen (1984); Gonzalbo, Pilar (1985); Tanck, Dorothy (1999).
3. José María Luis Mora: "Mejora del estado moral de las clases populares, por la destrucción del monopolio del clero, por la difusión de los medios de aprender y la inculcación de los deberes sociales, por la formación de los museos, observatorios de artes y por la creación de establecimientos de enseñanza para la literatura clásica, la ciencia y la moral", en: Staples, 1985: 68.
4. Anne Staples (1985), elaboró una excelente antología sobre los discursos educativos que se generaron en la primera mitad del siglo XIX.
El derecho a la educación es un derecho humano de segunda generacíón que en general contiene que la educación primaria debe ser gratuita para todos.
El derecho está contenido principalmente en el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de las Naciones Unidas, ratificado por una mayoría de los países del mundo, donde en su artículo 13 se reconoce1 el derecho de toda persona a la educación:
• Convienen en que la educación debe orientarse hacia el pleno desarrollo de la personalidad humana y del sentido de su dignidad, y debe fortalecer el respeto por los derechos humanos y las libertades fundamentales.
• Convienen asimismo en que la educación debe capacitar a todas las personas para participar efectivamente en una sociedad libre, favorecer la comprensión, la tolerancia y la amistad entre todas las naciones y entre todos los grupos raciales, étnicos o religiosos, y promover las actividades de las Naciones Unidas en pro del mantenimiento de la paz.
• La "enseñanza primaria debe ser obligatoria y asequible a todos gratuitamente";
• La "enseñanza secundaria, en sus diferentes formas, incluso la enseñanza secundaria técnica y profesional, debe ser generalizada y hacerse accesible a todos, por cuantos medios sean apropiados, y en particular por la implantación progresiva de la enseñanza gratuita";
• la "enseñanza superior debe hacerse igualmente accesible a todos, sobre la base de la capacidad de cada uno, por cuantos medios sean apropiados, y en particular por la implantación progresiva de la enseñanza gratuita";
• Debe "fomentarse o intensificarse, en la medida de lo posible, la educación fundamental para aquellas personas que no hayan recibido o terminado el ciclo completo de instrucción primaria";
• "Debe proseguir activamente el desarrollo del sistema escolar en todos los ciclos de la enseñanza, implantar un sistema adecuado de becas, y mejorar continuamente las condiciones materiales del cuerpo docente".
Además este mismo tratado dice que los "Estados Partes en el presente Pacto se comprometen a respetar la libertad de los padres y, en su caso, de los tutores legales, de escoger para sus hijos o pupilos escuelas distintas de las creadas por las autoridades públicas, siempre que aquéllas satisfagan las normas mínimas que el Estado prescriba o apruebe en materia de enseñanza, y de hacer que sus hijos o pupilos reciban la educación religiosa o moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones."